Por Marco Morán, militante humanista.
Vía lavozdemaipú.cl

Hace una semana para ser exactos nos notificaron a todos/as los/as chilenos/as que la entrega del Premio Nacional de Literatura 2020 recayó en el poeta e intelectual mapuche Elicura Chihuailaf, para algunos puede generar cierta suspicacia el reconocimiento de este premio en el contexto de pandemia y donde nos encontramos bastante lejos de resolver las legítimas demandas del pueblo mapuche.

Convengamos que la institución de los Premios Nacionales es un reconocimiento exclusivamente político hacia aquellos intelectuales que de alguna u otra forma, la autoridad de turno reconocen su validez oficial. Recordemos el tremendo bochorno cuando Gabriela Mistral recibió primero el Premio Nobel y años después recibió el Premio Nacional de Literatura, sin duda que para la mirada patriarcal e intelectual de aquel tiempo una mujer no era apta para aquel reconocimiento, inclusive teniendo el mérito de sobra. Otros y otras inclusive han muerto sin lograr aquel reconocimiento, ya que quizás no fueron figuras tan relevantes para el poder político o no fueron lo bastante serviles como para ensalzar la figura de alguna autoridad o inclusive al propio Presidente de la República. Recordemos también el otro bochornoso caso de Raúl Zurita, que, al haber ganado Ricardo Lagos la presidencia, su ágil y perceptiva pluma elaboro un poema dirigido a esta nueva autoridad política y casualmente un par de meses después, el galardón recayó en él, por lo menos convengamos en que Zurita conocía muy bien como funcionan los ritos del poder.

En este contexto no me queda más que apoyar la opinión de la crítica literaria Raquel Olea, quien al referirse a las condiciones de la premiación de Elicura criticó que «se premie a un poeta mapuche cuando simultáneamente se los estigmatiza y se los oprime. Es una operación de blanqueo bastante burda al histórico maltrato que la Nación chilena ha tenido con la cultura y el pueblo mapuche. Este premio nacional no puede continuar así, hay que cambiar tanto sus bases como la composición del jurado»

Si bien quizás las condiciones y el contexto histórico de la premiación no son los adecuados, no podemos dejar de reconocer la importancia de la obra del galardonado, donde es necesario invitar a los/as vecinos/as a conocer, más allá del premio otorgado, y desde mi humilde opinión, más que merecido pero entregado extremadamente tarde a Elicura Chihuailaf: hijo de la localidad de Cunco, ubicado en pleno corazón la cultura mapuche en la IX región.

El legado de este poeta e intelectual mapuche eclipsa sin duda, cualquier tipo de suspicacia del contexto de la premiación. Elicura posee una extensa obra; en poesía destaca “De sueños azules y contrasueños”, recientemente publicó un libro autobiográfico “La vida es una nube azul” donde retrata parte de la historia de su cultura como de su ejercicio de escritura. Sin embargo, el libro que quizás lo puso en el tapete con su talante crítico y extremadamente pedagógico, para dialogar con los/as chilenas/as: “Recado confidencial a los chilenos”, por una cuestión de tiempo vecinos/as, me centraré en este último texto.

Elicura considera que el origen del conflicto mapuche, es un problema que proviene eminentemente de la sociedad chilena, por ende, de sus autoridades políticas. En sus reflexiones en el libro “Recado confidencial a los chilenos”, elabora un libro dirigido eminentemente aquel/la chileno/a que desea conocer la mirada mapuche sobre este eterno conflicto entre ambas culturas. Este gesto, de apelar al recado o mensaje que se desarrolla desde la oralidad en un diálogo consciente y sobre todo constructivo, donde por primera vez los/as chilenos/as podemos acceder a la visión indígena sobre nuestra cruente relación con esta cultura, convengamos que es una visión sin duda desconocida para la mayor parte de nuestros compatriotas.

Como profesor de Historia, reconozco que es evidente el silencio inducido de la presencia mapuche en nuestra Historia, ya que los programas están diseñados para invisibilizar a los pueblos indígenas y estos aparecen solamente cuando ocurre la Conquista de Chile y posteriormente cuando el estado chileno ocupa militarmente el Wallmapu (parte de la VIII, IX y X región), despojándolos de sus tierra, salvo esos eventos no se vuelve a mencionar nunca más la palabra mapuche, rapa nui o aymara, literalmente desaparecen de la Historia de Chile en las escuelas, lo cual promueve una visión idealizada y manipulada hacia los/as chilenos/as.

En uno de los cientos de charlas brindadas por Elicura ante audiencia chilena acontece lo siguiente “En un coloquio con estudiantes liceanos hablo del País Mapuche de «antaño», de su territorio que comprende extensiones de lo que hoy es parte de Argentina y parte de Chile. De cómo la cordillera -llamada actualmente Los Andes- nunca fue la «fundadora» de lo que después los Estados, casi simultáneamente, perpretaron: a un lado de ella los mapuche chilenos y al otro lado los mapuche argentinos. Mas, a pesar de aquello, seguimos constituyendo un Pueblo Nación, les digo.

Luego se suceden las preguntas y mis atisbos de respuestas.

Un estudiante me dice: «¿pero por qué usted insiste tanto en hablar de los chilenos y de los mapuche? ¿acaso usted no es chileno o no se siente chileno?». Le digo: yo nací y crecí en una comunidad mapuche en la que nuestra mirada de lo cotidiano y lo trascendente la asumimos desde nuestra propia manera de entender el mundo: en mapuzungun y en el entonces obligado castellano; en la modernidad en la que nos reconocemos; y en la memoria de la irrupción del Estado chileno que nos «regaló» su nacionalidad. Irrupción constatable «además» en la proliferación de los latifundios entre los que nos dejaron reducidos.

Les digo a los estudiantes (ahora también a usted): Imagínense, por un instante siquiera, ¿qué sucedería si otro Estado entrara a ocupar este lugar y les entregara documentos con una nueva nacionalidad, iniciando la tarea de arreduccionarlos, de imponerles su idioma, de mitificarles -como forma de ocultamiento- su historia, de estigmatizarles su cultura, de discriminarlos por su morenidad? ¿Se reconocerían en ella o continuarían sintiéndose chilenos? ¿Qué les dirían a sus hijas y a sus hijos? ¿Y a los hijos y a las hijas de ellos?

Este extracto de “Recado confidencial a los chilenos” evidencia la claridad y honestidad con la que Elicura muestra la visión mapuche sobre la relación con la sociedad chilena, postura transmitida durante décadas por los ancianos hacia las generaciones más jóvenes, a modo de que no se pierda la conciencia histórica del valor de su pueblo y su lucha constante para existir.

La cultura mapuche es predominantemente oral, transmite su historia y costumbres a través de esta tradición, es en este contexto que debemos preguntarnos ¿a quién escribe Elicura Chihuailaf? si el soporte de su discurso es preferentemente el texto. A pesar que Elicura reconoce el origen de sus escritos en sus ancestros y su cultura. Sin embargo, su escritura siempre está en diálogo con lo chileno, por ello sus receptores más comunes suelen ser preferentemente dos: el mapuche urbano, aquel que vive en la warria o la ciudad y también nosotros/as los chilenos/as que de manera consciente sabemos que la relación con la cultura mapuche ha sido en base a la violencia y la exclusión.

El largo camino de piedra transparente (Elicura)

Si bien durante el siglo XX existieron diversas organizaciones mapuches que reivindicaron sus demandas identitarias y territoriales, siendo muy poco lo que pudieron lograr para transformar la condición de mapuche. Los logros vinieron más en términos políticos. Por ejemplo, lograron tener diversos diputados en distintas épocas. En 1924 fue electo el primer de ellos, Francisco Melivilu. Le siguió Manuel Manquilef en 1926 y Arturo Huenchullán en 1933. Años más tarde fue el turno de José Cayupi y Esteban Romero, ambos electos diputados en 1953. Venancio Coñuepan, tal vez el de mayor trascendencia histórica, fue electo diputado en 1945, 1948 y 1968. En este contexto los primeros referentes mapuche en el mundo político, sentaron las bases para el debate de una necesaria formación educativa y política para una nueva generación mapuche que vendría a tomar la posta. Si bien los líderes políticos mapuches debieron convivir con la necesidad de representar a sus comunidades y negociar con un sistema político que los menospreciaba y rechazaba arbitrariamente.

En este contexto de logros políticos, los resultados alcanzados por esta generación no permitieron establecer un discurso de identidad para que aquellos mapuche de comunidades rurales o urbanos pudiesen representarse con una identidad que reivindicara tanto su cultura como la causa. Para esto debieron pasar décadas para que comenzaran aparecer los primeros intelectuales mapuche, del cual Elicura formó parte. Chihuailaf pertenece a una generación que logró proseguir con sus estudios secundarios, muchos de ellos en internados de la región, y quizás fue una de las primeras generaciones mapuche en entrar a la educación superior. Recordemos que Elicura se graduó de obstetra en la década de los “70” en la Universidad de Concepción, carrera que nunca ejerció para dedicarse exclusivamente a la literatura y lo que el denomina la oralitura.

El movimiento de reivindicación indígena, desde la propia voz de los indígenas en América Latina comienza de manera potente en la década de 1970. De esta forma comienza el fortalecimiento de diversas redes para promover dichas posturas. Elicura es parte de éste movimiento regional, que más tarde será conocido como “Indianismo”, movimiento que por primera vez en la región esta íntegramente formado por indígenas y que buscan replantear los modos en que la cultura occidental han definido tanto la cultura como su identidad indígena, por ello, comienzan reivindicando el nombre indio, nombre que por siglos fue sinónimo de barbarie, incivilizado, flojera, borrachera, y desde ahora se le considera como un nombre ligado con la resistencia, el reconocimiento de su cultura y la urgencia de luchar por existir.

En este contexto Elicura formó parte de los valores que promovió el indianismo, dentro de ellas las diversas expresiones artísticas a favor de los indígenas (literatura y pintura) contribuyeron en gran parte a rehabilitar y ennoblecer la historia y los rasgos de las culturas indígenas. La lucha también fue por lograr políticas sociales, educativas, o incluso económicas, así como el acceso de la ciudadanía, favorecieron la integración de las poblaciones rurales, antes mucho más dominadas y desamparadas. Paradójicamente, lo que está al origen de los discursos y de las movilizaciones diferencialistas actuales es, por una parte, la distancia persistente entre esas poblaciones y las poblaciones urbanas y, por otra, la apreciación que las primeras efectúan de tal diferencia y rechazo, facilitada tanto por su nueva integración social y cultural, como por la discriminación que siguen sufriendo en tanto indígenas. Es allí donde se encuentra el telón de fondo nacional común para el nacimiento del indianismo en los distintos países de la región.

Es en este contexto regional y local es donde Elicura inicia su trabajo poético y de reivindicación de su cultura, con esto me refiero a que en su obra es evidente el ejercicio de enseñar sus costumbres y, sobre todo, que el legado de la cultura mapuche a la configuración de la cultura chilena. Este ejercicio pedagógico de refrescar la mala memoria chilena quién constantemente busca revertir su herencia, lamentablemente este ejercicio de desconocimiento se consagra en el sistema educativo chileno que desde muy pequeños nos predisponen a desconocer.

En sus reflexiones sobre la cultura mapuche muy temprano acuñó la noción de la oralitura, donde éste plantea que, “en nuestras comunidades se continúa viviendo en el espíritu del vlkantvn, que es la poesía cantada; nuestra poesía permanece fundamentalmente en la oralidad”.

En 1994 se realizó el Primer Encuentro de Escritura Indígena en México. En aquella ocasión, Elicura Chihuailaf propuso el término oralitura para referirse a la importancia de la palabra en la cultura mapuche, como sustento de la comunidad y de la comunicación con el espíritu y el corazón del otro, asumiendo el modo de expresión poética a través de la escritura. Chihuailaf define su trabajo de creación como el de «oralitura» -y a sí mismo como un oralitor- haciendo referencia a la escritura «ejercida junto a la fuente de la oralidad de nuestros mayores» (ancestros, antepasados, memoria colectiva, tradición), pero también junto a sus amigos de la otra «orilla», los no indígenas o nosotros/as los/as chilenos/as.

En una entrevista lo plantea claramente «(…) esta conversación con usted la realizo al lado de los pensamientos de mis antepasados, de mi gente; y de las reflexiones, las cartas y los libros de mis amigas y de mis amigos no indígenas (…) a ellos los he convocado a hablar en estas páginas. A usted le convido a oírlas, a oírlos»

La búsqueda de sus raíces.

En mi experiencia como profesor de Historia, debo reconocer que he debido rebuscármelas para instalar la reflexión y el debate con mis alumnos/as sobre el conflicto chileno-mapuche, así es a estas alturas de la historia no podemos responsabilizar solo a la cultura mapuche, sino que debemos hacernos cargo que como sociedad no hemos estado disponible para reconocerlos como iguales y valorarlos. Pero sin duda, está siendo evidente un fenómeno cada vez más masivo, el cual me llama poderosamente la atención en las escuelas chilenas y sobre todo las maipucinas, ya sea en colegios municipales y particular subvencionadas. Hoy existen cada vez más adolescentes que se reconocen de ascendencia mapuche, de los 45 alumnos/as en una sala de clases quizás 8 por curso habrá y me quedaría corto en la cifra. Este fenómeno de visibilidad tan notoria de estas nuevas generaciones es un tremendo desafío para los/as profesores/as en relación afrontar una clase desde el reconocimiento y la valoración de otras culturas, pero, sobre todo, ayudar a que aquellos estudiantes puedan encontrar sus modelos de identificación. Es justamente en aquel proceso donde Elicura ha jugado un rol trascendental, ya que de manera muy simple da respuestas a esos adolescentes sobre el porqué de su origen, cual es el conflicto real para el pueblo mapuche y sobre todo, porqué sus abuelos o padres desistieron de enseñarles la lengua, cortando sus vínculos con sus familias de origen en el sur, o en los casos más dramáticos algunas familias debieron recurrir a cambiar sus apellidos debido a la cruenta discriminación sufridas al llegar a la ciudad en su condición de migrantes mapuche.

Aquel ejercicio de recuperación de su identidad, es cada vez más común en los adolescentes maipucinos. Lo planteo en este escrito, ya que me impacta la nula acción de las autoridades en general, donde la escuela sigue siendo vista como un dispositivo de concientización sobre lo que un chileno debe saber para reconocerse en aquella nacionalidad, me refiero a cantarle a la bandera, conocer el escudo nacional, escenificar bailes folclóricos que nunca más se volverán a utilizar en el año.

Este ejercicio tiene como claro propósito la promoción de la monoculturalidad, lo cual implica promover discursos escencialistas sobre lo que implica la chilenidad y deja fuera cualquiera manifestación que no se cuadre con aquel discurso. Lo mapuche es visto en las representaciones escolares como un elemento instrumental y casi exótico, y en la realidad no hay interés alguno en conocerlo realmente y menos integrarlo en los planes de estudio. En esta misma línea el ingreso masivo de alumnos/as migrantes evidencia que no tienen un futuro muy distinto el desafío de su promover identidad si lo comparamos con el devenir mapuche.

En este contexto las escuelas no solo las de Maipú, sino aquellas de la Región Metropolitana no poseen políticas serias para integrar esa diversidad como un valor, al contrario, tienden a responder con la reproducción de un discurso unicultural y poco tolerante con otras formas de ver la chilenidad. En este contexto es normal que estos adolescentes de ascendencia mapuche, se encuentran acercándose por sus propios medios a su comunidad en la comuna o asistir en sus tiempos libres a distintos programas autogestionados para aprender el mapuzungun, como medio para comprender los códigos mínimos de su cultura.

El sistema de los educacional tiene absolutamente abandonada esta urgencia identitaria y no muestra la más mínima intención de asumirla como un desafío. Es justamente para profesores/as comprometidos/as con la interculturalidad, personajes como Elicura nos brinda muchas luces sobre la mirada mapuche respecto de abordar este conflicto. Ya que también debemos ser honestos como chilenos/as, que, a pesar de convivir junto a la cultura mapuche en el mismo territorio durante siglos, sabemos poco o nada sobre ellos/as, si nos aprontamos a dejar de lado todas las caricaturas y prejuicios construidas en torno a éstos. La única posibilidad para revertir este diálogo sordo promovido por el estado chileno, es abrazar la interculturalidad, lo cual nos exigiría valorar a las otras culturas existentes en nuestro territorio y verlas como un igual. Por ello, este desafío nos requeriría resetear el programa de monoculturalidad implantado desde el sistema educativo y ver por primera vez al descendiente mapuche, al migrante, la diversidad sexual y sin duda a las mujeres como otras formas de ver la chilenidad, quienes sin duda tienen mucho que aportar a la revisión de nuestra identidad e historia.

La posta de la causa mapuche en las nuevas generaciones.

El camino que ha ayudado a pavimentar Elicura encontraremos a otros poetas e intelectuales mapuche que han reivindicaron no solo la causa sino también nos mostraron su visión de lo que entienden como Chile, solamente por mencionar algunos: Leonel Lienlaf, Jaime Huenún, David Añiñir, Graciela Huinao; Adriana Paredes Pinda; Roxana Miranda Rupailaf, Maribel Mora Curriao, entre otros.

Todos estos intelectuales, con Elicura a la cabeza, han aportado para darnos a entender que nuestro problema como sociedad chilena radica en que no hemos sido capaces de darles el valor ni el sitio que los pueblos indígenas realmente se merecen en nuestra cultura. Por ello, el legado de Elicura va más allá del reconocimiento de un gobierno, sino de la posibilidad de proyección de aquel mensaje de integración y diálogo que debe establecerse entre chilenos y mapuches, saltándose inclusive a la clase política, que sin duda es parte del problema.

Aquel legado del mensaje, hoy en día vemos que traspasó definitivamente las fronteras generacionales. Mientras hoy un gobierno de derecha premia al trabajo de Elicura, observamos que existe un fuerte movimiento de reivindicación de la causa mapuche no sólo a través de sus propias agrupaciones sino desde el movimiento musical Hip-Hop, y pido disculpas a los lectores por mi poco manejo sobre dicho movimiento, pero en el contexto de la pandemia, uno de mis alumnos, debatiendo sobre la situación del mapuche urbano, me citó textual un párrafo de la canción-poema «Witrapaiñ» (Estamos de Pie), canción interpretada por dos connotados hiphoperos de origen mapuche, el primero Gonzalo Luanko Castro y el segundo Andy Ferrer Millanao, más conocido como portavoz. Lo que me llama poderosamente la atención es como están creando desde este movimiento un sentido de identidad y pertenencia a miles de mapuches urbanos que durante décadas sufrieron el mismo dilema de desconexión con su cultura y la discriminación, al no pertenecer a comunidades indígenas de la IX región y vivir en la ciudad. Por esto asumen como suya la causa mapuche y el trabajo de reconectarse con la cultura a través del rescate de su lengua. En este contexto, la trascendencia del legado de intelectuales como Elicura, ha pasado la posta a nuevos poetas que reflexionan críticamente sobre el trato brindado por los chilenos a su cultura. Su calidad de oralitores la vemos a través de su música y poesía crítica expresada a través del Hiphop. Sin embargo, este debate no abandona del todo el contexto regional rural, sino que se traslada abiertamente a la ciudad, espacio donde constantemente reelabora el debate y sentido de su identidad en el contexto contemporáneo.

Sobre este último punto el hiphopero portavoz establece claramente que el conflicto chileno-mapuche se instala en la ciudad, no solo como reivindicación ancestral, sino también como proceso de reconexión con aquella identidad postergada y degradada en la ciudad, que ahora se reivindica como una forma de lucha válida no sólo por la recuperación de la identidad, sino por el conflicto en sí mismo.

Iñche ta Andy Ferrer Millanao
Igualito que mi maima, de pelo chuzo y los ojos achina’os
Soy un hijo de la tierra, pero que vuela en la ciudad
Pobla obrera fue la partera de mi identidad
De pasajes mi canto, asfalto y pavimento
Pero bajo el cemento está la mapu de mi ancestro
Despertando el kimün que llevo dentro
Recuperando el feyentun, lo profundo desde mi pueblo
Sacándome ésta cristiandad
Comunicando en comunión como lo hace mi comunidad
Mapuchegen mülepan waria mew
Vuelvo con orgullo y en el beat fluyo como el Lleu Lleu
Quién toca a mi ñuke también me toca a mí
En Wallmapu, Pudahuel, Peñalolén y Conchalí
Hoy vuelvo a mi ñuke, mis manos son pa’ ti
Vientos desde el sur en mi piwke vuelve a rugir

Desde una posición más política Gonzalo Luanko Castro, también profesor de Historia, plantea el conflicto latente del mapuche nacido en la ciudad “Nací sordo mudo de mi mapudungun”, refiriéndose aquel proceso de no transmisión de la cultura mapuche del migrante hacia sus hijos/as debido a la estigmatización. Mostrando una visión crítica y cómplice de los silencios de la escuela en transmitir una historia sobre los mapuche, donde simplemente se les oculta en relación a su existencia presente “Educación chilena nos negó… Historia de Kilapang, Kallfukura, exterminio desplegó”

Inche ta Gonzalo Luanko Castro
Criado entre los poste, era mi bosque, tímido como niño de campo
Nací sordo mudo de mi mapudugun
Welu kiñe pewma eluenew tañi kewün
La realidad cruda se suda
Hay más cemento pero igual crece foye, paico, llantén y ruda
Me saluda txiwke, willke y chincol
Nos faltó de cabro chico una sopa de napor
Educación chilena nos negó
Historia de Kilapang, Kallfukura, exterminio desplegó
Y nos borró, como Galvarino vengo yo
Nos cortaron las manos, pero colihue me colocó
Como un loco por hablar mapuche en plena ciudad
Nos han robado todo menos el feyentun
Identidad, y por la oralidad
Sabemos que llamaron Chile a toda nuestra tierra

En este contexto, el legado de Elicura ha trascendido a las generaciones tanto de mapuches urbanos como de chilenos/as conscientes que ven la necesidad de solucionar este conflicto ancestral chileno-mapuche. Sin embargo, este legado ha entregado las bases para reelaborar aquel mensaje y actualizarlo a las nuevas generaciones, de que otro modo se entiende el hecho de que en el estallido social miles de chilenos/as de manera inorgánica al buscar un símbolo que conjugara la opresión de un sistema y la reivindicación de una lucha social, de manera espontánea asumieran la bandera mapuche como símbolo aglutinador. Es tarea nuestra como ciudadanos/as y maipucinos/as, no solo buscar solucionar nuestros dilemas más urgentes, sino ser empáticos y permitir las condiciones para que de una vez por todas reconozcamos el sitio que realmente merecen los pueblos indígenas en esta nueva sociedad que deseamos construir. Por ello estimado/a vecino/a, cuando tenga el tiempo le invito a dialogar con Elicura sobre el tipo de sociedad que buscamos construir.

Para él, este proceso constituyente comenzó hace varios siglos atrás y aún no ha culminado para nuestros/as hermanos/as mapuche.